martes, 5 de abril de 2011

Ventajas y desventajas de ser una pareja pareja

+ El trabajolismo del novio no interfiere con el propio -- y uno hasta se puede poner al día con el blog
+ El otro escucha con atención mientras uno lee en voz alta un libro de introducción a la macroeconomía haciendo voces y acentos
+ Uno puede dejar los zapatos tirados EN EL MEDIO DEL CAMINO y que al otro lo parezca tierno
+ Estar de pésimas un día y poder compartir tres películas al hilo. O estar peor que de pésimas y poder mirar dos seguidas sola con mi helado, con él trabajando en la otra habitación para dejarte tranquila.

- Con tanto trabajolismo, el departamento se acerca a la casa al final de 100 años de soledad (Naturaleza para nada muerta)
- Los dos se olvidan de hacer sendas declaraciones de impuestos; el uno, la hace con dos meses de retraso (1000 € de multa); la otra continúa a vivir en el argentinismo (léase, los límites de la ley)
- En la librería:
yo: ¿Se puede pagar con cheque? Porque me olvidé la tarjeta.
Cajera: Sí, como no. Pieza de identidad por favor?
yo: Ah, no, no la traje. Espere que busco al novio.
(Diez minutos después)
él: Y estos libros también. Con tarjeta por favor.
(pone el código, la máquina dice: CODE FAUX)
él: Pero... (me mira)
yo: No es 2539?
él: No, que me confundís! Pruebo de nuevo.
(CODE FAUX)
él: Pero no puede ser! Me olvidé de mi código? Pruebo una vez más.
Cajera: Mire que si no es, le anulan la tarjeta y después la tiene que pedir de nuevo.
él: No, estoy seguro, tiene que ser esto...
(CODE FAUX)
él: Uy no tengo más tarjeta. ¿Pagás vos?

viernes, 1 de abril de 2011

¿Y ahora, quién podrá ayudarme?

Otro día el, encontróme con mi amiga Roima, una muchacha de orígines claros e intenciones, dicen sus candidantes, oscuras. Me contó una historia para poner los pelos de punta a las que, como yo, temen como la más enormísima catastrófe, el arribo de un bepi con los propios genes.

Venía yo de decirle que las pastillas eran para mí un grillete. Una muestra diaria de la atadura, mucho menos graciosa que el hecho de charlar de quién baja la basura yo abriendo una caja de tampones y él una de Ging Seng (u otra porquería equivalente). Señalé mi tobillo, y se ve que ella asoció tobillo, correr, no tener donde correr, y me contó la historia siguiente. Agárrense bien del sillón para leerla, que da miedo sobre todo a aquellos que, como yo, tienen una sheeplike quality por la cual, en el fondo, sienten que Dios castiga el sexo amatrimoniado.

Roima tiene una vida amorosa estelar, con cuadros y anécdotas que podrían llenar las mil y una, que digo, las millones y una noches (aunque el título no tenga punch). Entre ellas, está la del capitán. (Las malas lenguas decían que Roima salía con un marinero, pero eso era pura envidia.) Cuando digo capitán, quiero decir un excéntrico inteligente que se divertía haciendo paseos transatlánticos y se hacía pagar por ellos. Esta vez traía a Roima de polizona, y polizonando estaban una noche cuando sucede un accidente.

- Y ahora, ¿quién podrá socorrerme?, pensaba Roima.

Pero era inútil llamar al Chapulín colorado, principalmente porque con ese gorro que tiene y después de las jodas de Póntelo y Pónselo, las probabilidades eran que el Chapulín se iba a poner de lado del forro y espetarle "¡Pero mirá lo que le hacés hacer! ¡Quién se queda tieso en esas situaciones!"

Les digo más, mismo si él pudiera sentir piedad por la pareja forrorrompiente, el llamado era inútil, hallándose los tristes tórtolos en el medio del océano, tan lejos del Chapulín mejicano como de muchas farmacias. Y, para peor, era un domingo de madrugada. L@s lector@as (¿de dónde cuerno sacaste esta idea, Dinga? Es hincha escribir esas palabras así, ¡protesto!) malévolas me dirán, ¿y a qué viene el día de la semana, si igual está en el medio del océano? Cierto, cierto, yo no me di cuenta cuando me relató la espeluznante historia, pero contesto ahora que el objeto es agravar la situación. Dada la dificultad de base de encontrar una farmacia abierta intraocéanica, las probabilidades de encontrar una abiértica el doménico eran mínimas, ¿se dan cuenta? Un horror.

No ogztante, la historia tiene final feliz. Como habíalo ya yo dicho, el capitán excéntrico era también inteligente, habiendo equipado su barco con un doctor del mismo tamaño que el Chapulín, pero con una valija dos veces su altura, repleta de píldoras mágicas que ni el profesor Chapatín podría crear. Y de ese cofre, sacó el doctor el polvo que cura el polvo, y Roima sigue, hoy día, rompiendo corazones (y ocasionalmente forros) sin que aquella océanica ruptura le haya creado panza.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado no sin un Amoraleja: Antes de cada viaje interocéanico, no olviden de equiparse de protector solar, protector del sur, y protector contra la falla del protector del sur, todos los cuales se encuentran en su farmacia amiga.