domingo, 24 de mayo de 2009

Me cago en el hombre argentino

Llegada a la casa argentina en paris. Muchas sentimientos, sobre todo miedo del inminente encuentro con esa sensacion de agresividad pasiva que siento como denominador comun de los desconocidos en mi patria. Y sin embargo, todos parecían tan normales, así, como seres humanos, no argentinos. Hasta que salgo con ellos a tomar una cerveza.

STOP. No seas mentirosa, que había señales antes, tan obvias. Como las miradas furtivas y no tanto hacia abajo del cuello, y los suspirados piropos de "para lo que quieras..." Pero la contundente prueba de que no puedo, no debo bajo castigo contra mi sanidad, hablar con hombres argentinos (aquí van muchas condiciones: {que no pertenezcan a mi familia | que no sean mis amigos | que sean abogados o ingenieros | que tengan un título universitario | etc. etc.}) vino en dos ocasiones sociales: el aniversario de la casa, y una salida a tomar una cerveza con la gente de mi piso.

Episodio número uno: Morocha... yo te quiero decir... tantas cosas... porque escucharte... me recuerda a mí... Vos vas... buscando afuera... pero las certezas no están afuera... están acá (se señala el pecho, con el mismo gesto que mi mamá haciendo "en el cielo las estrellas, en el campo las espigas, y en el centro de mi pecho (gesto) la república argentina").

Episodio número dos: Foto! Foto!, dice la quería coloráa, y entre las dos se mete uno, y después otro, para sacarse fotos con las hermanas. Vamos. Vaaaaamos.

Episodio número tres: Porque, ¿vos sabés cuántos días al mes a las minas les dan ganas de cojer? ¡Dos! (Flaco, qué burro que te han metido tus novias pasadas...)

Episodio número cuatro: Y después viví en California. No, Londres vino después, una ciudad un poco aburrida me pareció. Y después me fui al Líbano. ¡La joda está buenísima! Cuando llegamos al aeropuerto, a las dos de la mañana, enfilamos para un boliche. Y claro, todos te querían comprar un trago, porque los argentinos son dioses allá. Después hice un viaje por el desierto. (A lo que un incauto le pregunta, ¿cómo es el desierto?) ¡Está bárbaro! (¿En serio me decís?)

Episodio número enésimo: A todas las mujeres les vienen ganas de tener hijos. ¿Cuántos años tenés? Claro, esperá cuatro años, y ya te veo con un bepi. (La que te remil parió. ¿Qué más me vas a decir que tengo que sentir?) Repita este episodio tantas veces, con distintos interlocutores masculinos, como sea necesario para lograr un malestar estomacal parecido a la náusea mañanera.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola corazona. Lo de los bepis es fijo. Pero mejor todavía cuando dicen la edad a la que pasa: a los treinta todas quieren tener pibes. Yo no pude contestar, o mi respuesta no valía, porque en ese momento tenía veintiocho (todos, absolutamente, con carita de ya vas a ver).
Abrazos!
Lu

Ng dijo...

Argh, que cosa, no?? Por que les molesta tantisimo, me pregunto...