jueves, 13 de noviembre de 2008

Chip y sus atributos

Chip fue mi amable vecino por algo más de un año. Pacientemente, toleró mis noches en vela con música al mango, y mis días de regocijo con el Barman sin quejarse jamás. Además de esta cualidad tan comunitaria, tenía una pata corta (o tiesa, nunca averigüé) y un pájaro que chillaba todo.el.puto.día. A veces lo oía yo en conversación con el pájaro. No entendía Chip que el pájaro no escuchaba muy bien y le estaba preguntando, en francés, "¿lo qué?"

- Quá!
- Calláte!
...
- Quáááá!
- Calláte!!

Además de tener paciencia conmigo, una pata corta y un pájaro chillón, Chip tenía una relación muy especial con sus amigos, todos adultos, pero a quienes obviamente les gustaba jugar a las escondidas y a la búsqueda del tesoro. A veces venían de visita cuando él no estaba, y luego él se arrimaba a preguntarme si había visto a alguien entrar a su casa, porque le faltaban cosas. Seguramente se las habrían escondido en algún lado los graciosos. Otras veces cuando venían, él se escondía mientras sus amigos golpeaban y llamaban. Se me ocurre que quizás los estaba esperando con una sorpresa por si se les ocurría meterse a su casa otra vez. Chip era muy organizado con esto de cómo manejar a sus amigos, y no quería que yo improvisara. Yo tenía instrucciones estrictas de gritarles desde arriba que él no estaba, y que me había pedido que llamara a la cana si entraban.

Pero eso no agota la larga lista de propiedades y atributos que Chip tenía. La noche antes de mudarme de ese departamento, aprendí muchas otras cosas de Chip. Esa noche calurosa me hallaba yo corriendo para terminar de limpiar, ordenar, guardar, tirar cuando unos tímidos golpes me interrumpen. Como no raramente Chip me pedía un faso, abro la puerta con un paquete en la mano y la sonrisa cansada. Sus ojos amarillos y rojos me recordaron a las historietas coloridas de Batman de mi juventud, donde los malvados invariablemente tenían ojos tan extraordinarios como sus almas arrugadas. Me agradece el pucho y me pregunta, por enésima vez, si no quiero que me ayude a subir el sillón que estaba afuera. (Este bonito sillón había yo salvado de la basura una semana antes.) Pensé que quizás si yo le daba la explicación completa, de que ya me mudaba, de que no tenía sentido subirlo si pronto lo tenía que bajar de nuevo, que no se preocupara, que ya lo iba a sacar del paso, quizás a Chip se le iría finalmente la idea de la cabeza. Y se le salió esa idea de la cabeza, pero también salieron muchas otras por su boca. Los ojos ya vidriosos se llenaron de lágrimas. ¿Ya te vas?, me pregunta, como si hubiéramos sido mejores amigos todo este tiempo. Por qué, cuestiona con voz temblorosa de alcohol o drogas o emoción o todo eso junto. Y se apresura a tratar de arreglar mi vida.

Cuando digo que no tengo plata para mantener el depto, me dice que me puedo mudar con él, y que no pagaría alquiler. De cualquier forma, explica, yo duermo en el sillón más que en la cama, así que la pieza puede ser tuya. Vení, vení a verla, me dice, pero yo le agradezco y declino la oferta. Y ahí me explica que hay tantas cosas que le gustaría haberme dicho, como que piensa que soy una persona espectacular, y que si me da cosa convivir con un hombre fuera del matrimonio, no tendría problema de casarse conmigo. Me explica que tuvo un accidente de joven y así le quedó la pata, y también una placa en el cráneo, pero que es hombre entero y me puede dar muchos hijos. Bah, él prefiere dos, pero lo podemos charlar. Se le ocurre entonces que quizás el problema sea que no está siendo lo suficientemente romántico. Intenta arrodillarse, pero yo temo que su pata tiesa o corta se arruine aún más y le digo que no hace falta. Ahí se le ocurre que tal vez el problema no es lo romántico, sino lo práctico. En consecuencia, me cuenta que tiene una tía viejita que vive en Miami, y que cuando ella se muera él heredará una fortuna, pero yo le explico que la plata no me importa. Arguye que así yo tendría la ciudadanía, y yo contrargumento que entonces Bush sería *mi* presidente, y eso no me gustaría. Parece pensar que quizás es su modo de vida lo que me impide ver en él a mi media naranja, y promete que, si nos casamos, dejará las drogas y el chupi. Y ahí lo veo yo todo claro, y le digo que no debe dejar sus adicciones por una mujer, sino por sí sismo. Le arranco la promesa de que intentará recuperarse, y una vez que lo haga charlamos. Me da su teléfono, su nombre completo, los datos de sus padres, y se despide contento.

Nunca más lo vi ni lo llamé. En qué andarán, me pregunto, Chip, su pájaro chillón, y sus amigos inoportunos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Adorei! es a medias tierno, a medias patético (el tono digo no Chip). Algo de mealncolía suave. Estás a punto, pero no te reís. Y no dejás que la ironía que podría generar el esereotipo se coma todo.

Ng dijo...

Gracias, Zoe! Se lo debo a mi personaje, ya que él mismo me vino a golpear la puerta, y él le puso el tono a la anécdota.

mj dijo...

Ofertas aparte, es una buena anédota. Creo que, además del tono, Chip es bastante tierno, patético y desquiciado...
Ésas son las personas que me devuelven la fe en la humanidad que pierdo cuando entro, por ejemplo, al gimnasio.
Te estás superando, Ng, todo hay que decirlo. Brindo por eso. Voy "a por" el próximo.