domingo, 16 de noviembre de 2008

Yo en los ángeles no creo, pero que los hay, los hay

Una persona del público recordará esas tardes en que íbamos al centro, comíamos en New Burger, y después de dar vueltas y vueltas, comprábamos la revista Teen, un clásico total. Una de mis partes preferidas consistía en un par de párrafos que mandaban lectoras (en teoría, aunque después de conocer la posta acerca de las revistas a través de *, ahora pienso que quizás era una mujerona de cuarenta años, que se sentaba con un faso colgándole del lado izquierdo a anotar cuanta pavada se le entrara en la cabeza). Más allá del origen de las historias representadas en esos párrafos, éstos incluían anécdotas enternecedoras de diablillos y angelillos con los que las pseudo-lectoras habrían salido. Hoy, a diferencia de casi todas las otras veces, me ocupo de un angelito.

Barman. Ay, qué cosa. Además de seguir siendo un as (ojo, no un ass) en el dormitorio, se lució el fin de semana pasado con toda suerte de comentarios dulces y conmovedores. Terminamos en un momento contando los horrores a los que nos enfrentamos en el dating world desde nuestra despedida. Confiesa Barman entonces que había salido con varias chicas, pero después de un par de citas se daba cuenta de que nadie llenaría mis zapatos. Aaaah, qué corazón. (Por supuesto, le dije que no me extrañaba; siendo tan alta, tengo unos pies que sobrepasan la media.)

Pero la cereza absoluta fue un regalo que me había mandado el fin de semana anterior. Recapitulo para los desmemoriados: Barman y yo teníamos una cita, la cual yo cancelé arguyendo que no me sentía bien. La verdad era que yo tenía en ese momento un visitante molesto y mensual, y que al final terminé pasando la noche con el profesor. Diablo, si los hay. Yo, no el profesor, que es muy ni fu ni fa para ser figura de la biblia. En el otro párrafo, el ángel Barman me había mandado una caja. Qué digo, un cajón, que contenía:

1. Una tarjeta, con un dibujito de un perrito dorado. "You are great! You are wonderful!", decía en el frente. Al abrirla, uno leía: "We thought you might like a 'lab' report", (LAUGH) a lo que él había agregado "I'm sorry to hear you're not well, but I hope this will help you get better for your trip!" (OOOH)
2. Un frasco de vitaminas
3. Una botella de jugo
3. Dos latas de sopa
4. Chocolates varios
5. Dos revistas (para que yo leyera en mi convalecencia)

Y la lista podría continuar por horas, puesto que el muchacho había previsto todas las necesidades de diablito enfermo. Y yo, esquivando el bulto, le cuestiono: "Lo que yo no entiendo es cómo vos, siendo así de tierno, no estás casado ya." Ni medio segundo después, el relámpago: "Porque vos no te querés casar."

Y ésas son sólo algunas de las muy tiernas historias que surgieron del fin de semana, y quedan aquí como señal esperanzadora para las Dingas del mundo, quienes a veces dudan de que anden por ahí hombres de puro corazón, porte elegante, y dingaling contento.

2 comentarios:

mj dijo...

¡Bien ahí!
Estuvo francamente aplaudible.

El tono del post, y la parte de tu diabla parte, me hizo acordar al título (quizás un poco al libro también) "Travesuras de la niña mala". Ella también tenía, cómo no, un niño bueno que le satelitaba.

Ahora que pienso, ¿no será ésa la posta?

Anónimo dijo...

Ja ja te lo merecías!! Justo en el blanco!