viernes, 14 de noviembre de 2008

El arte de la guitarra

Al escuchar (leer) vuestras respuestas a algunos de mis posts, se me profundiza la impresión de que mi vida es un cuento de ciencia ficción. Onetti dijo que empezó a hacer ficción antes de aprendir a escribir, porque mentía, y eso era literatura. Y, con los psicólogos, yo coincido en que todo relato, incluso el autobiográfico, es ficción. ¿A qué viene todo esto? Pues a que hace poco me animé a usar la mentira en mi vida real.

A mí me da no sé qué mentir, aunque también la mentira me resulta increíblemente atractiva. Fantaseé muchas veces con tejer fábulas cuando me toca algún compañero de avión que no deja de querer small-talkear, sin importarle cuán profundamente yo hunda mi nariz en mi libro de turno. Cada vez que eso pasa, empiezo a sudar, el corazón me palpita expectante, y me pregunto si, finalmente, esta vez me voy a animar a inventarme una vida y un nombre, y contarle a mi cumpa una historia interesantísima y que nada tiene que ver conmigo. Pero al final no me sale, siento una culpa enorme siquiera antes de abrir la boca, y le terminó contando hasta las más pequeñas nimiedades para compensar.

Si tanto me atemoriza guitarrearle a un desconocido al que jamás veré de nuevo, y a quien, en realidad, tampoco le importa, aún más horror me da mentirle a alguien que me conoce. Sin embargo, hace poco me enfrenté con un cerebrín que creía tenerme en la palma de su mano, vi las comisuras de sus labios enrularse en el placer de haberme enredado con sus historias, y tal despliegue de maldad me sacudió hasta ponerme en modo Sun Tzu. Decidí, al menos por el momento, que los tarados que se creen que me voy a comer sus historietas van a tragar su propia medicina, ya que su impresión de mi naiveté les va a impedir ver los hilos del cuento que les voy tejiendo.

No les puedo asegurar qué fue lo que vi en ex-drogui que disparó las alarmas. Tal vez fue lo relajado que estaba cuando yo probaba las barbaridades que últimamente me ha dado por preguntarle a mis candidantes. Quizás el exceso de interés que demostraba en sus gestos acompañado de un vacío de emoción en los ojos, combinación que ya he encontrado varias veces. De golpe, me acordé de una lamentablemente larga línea de guachos que me enriedan haciéndome creer que me entienden, que son simples y honestos, y que les encanta estar conmigo. La verdad, en esos casos, era que eran guerreros expertos en la guitarra amorosa, que sabían exactamente cuándo largar el suspiro y apretar la mano, y dejar caer elogios a diestra y siniestra, cuando lo que los fascina no es la mujer, ni siquiera el sexo con la mujer, sino la sensación de poder sobre el otro, de saber que el otro se engancha mientras que ellos están jugando a ser un personaje fascinante. Los fascina la fascinación que pueden ejercer en el otro, y cómo pueden manejar la flauta para que una termine serpenteando al ritmo de ellos.

En esta ofensiva, me pregunté, ¿cuál es la mejor respuesta? ¿Cuál es la reacción que los deja vacíos y palmados? Con xd, la respuesta fue instantánea y casi inconsciente. Después de apenas dos citas, fingí confesarle con pudor que no lo podía ver más. Que él era tan lindo, inteligente, y buena gente que yo tenía mis dudas acerca de si podría tener una relación puramente física con él, y con un temblor en la voz tan realista que me hizo pensar en volverme actriz de las telenovelas venezolanas, suspiré que temía enamorarme.

(Largo silencio. Casi podía escucharle el cerebro carburando, ¿y ahora qué hago? Mi estrategia de enamorar me alejó a la viborita. ¿Qué hago?) Pero...Y pero... ¿Podemos ser amigos?

No creo, le digo. Gracias por preguntar, though. Y cuidate, che. Chauchau. Sí, suerte, bye.

Y corté pensando en Dinga, a quien le gusta planear las relaciones como un juego de ajedrez donde las piezas tienen mente, y quien no duda de dejar caer una mentira por aquí o por allá para mantener al candidante en un terreno favorable para ella. Bueno, yo no tengo la astucia de ella, pero finalmente siento que estoy dando mis primeros pasos en el arte del guitarreo. Qué breakthrough, ¿no? Quizás esa mentira sea mi primer paso como escritriz.

1 comentario:

mj dijo...

¡Y qué escritriz!
Sos muy campeona, en este ajedrez de peones con mente... Tus anécdotas me hacen reír a mares.
La idea del poder sobre el otro, la fascinación y, por qué no, el horror, me parece una manera de concebir las relaciones. No sé si lo tengo muy claro pero sí, creo que hay gente así, pero que a la mayoría se les ve la pluma, y de lejos. Una versión un tanto más sutil de lo mismo es el tellamo/notellamo/perotedigoquetellamo y así sustantivamente, donde todo responde a un tira.y.afloja emocional que funcionaba la mar de bien... a los 15. Ya fue, pero en algunos ámbitos parece que sigue siendo el único protocolo disponible. Yo no ligo mucho por acá, ya saben, pero sé por Em que ésa es la fucking dinámica de lo que damos en llamar el "producto nacional". La mejor opción, Ng, la tuya: la mentira es un recurso más, literario, claro está, en esta dinámica de las relaciones tan ficcionalizada desde su concepción.
(Iba a terminar con un halagüeño "bienvenida al club", pero iba a sonar a cancherita, a mentirosa o a superada, todas cosas las cuales no soy o intento no ser). Qué subordinada, macho.