martes, 15 de febrero de 2011

Nosotras también regresamos, como los ex’es, al amor de nuestro blog.

Varias cosas han cambiado desde que a mi brillante amiga Ng se le ocurrió esto de bloggear…tantas como por ejemplo: ninguna de las dos vive ya en aquel pueblito del midwest norteamericano. Ng, que siempre tiene un poco más de suerte, mudó su largo cuerpo a Paris, bueno, ponele que suerte no, ponele que tiene más cabeza, más persistencia, más work ethic (among other fantastic qualities) y entonces se fue a la gran ciudad. Pero yo, Dinga, no tengo todo eso, y aun así, podríamos decir que tan mal no me va, ya que ante cada tropezón, me levanto, me acomodo el cuello que se me desbocó, y le doy para adelante. En este caso, no le di para adelante, sino un cacho para el costado, ya que mudé mi cuerpo no tan largo un poquito hacia el Este. Mi gran objetivo, la meta que esperaba ansiosa, era que después de pegarle a mi nombre la P , la H y la D, pudiera mudar mi no tan largo cuerpo al Este, pero al Este del todo, al Este que está al ladito del mar, ese Este que si das un par de pasos más, te caes al agua. Pero no, le puse las tres letras a mi nombre, y me corrí un cacho, avancé un par de kilómetros hacia el Este, pero fui a parar a una nada peor que la anterior.

En esta nada me encuentro desde Julio del 2010, y me acuerdo cuando al dar la medianoche del 2009, mirando fuegos artificiales y compartiendo una copa (es decir, compartiendo –literalmente- UNA copa) de champán que nos habían dado “para gratis”, Ng y yo brindamos diciendo que el 2010 iba a ser un gran año. Y capaz lo fue, en algunos aspectos, ponele.

Acá en la nada misma pasé el verano, remojando mi no tan largo cuerpo en la pileta, y haciendo listas mentales de –como dicen los gringos- todas mis bendiciones. Y me impuse paciencia, y la practiqué.

Pasaron los meses, comencé mi nuevo trabajo, y seguí imponiéndome paciencia, mucha, paciencia de esas que se autoimponen ya que estoy casi convencida del hecho de que es imposible tener esta cantidad de paciencia naturalmente.

Y si antes, en el otro pueblo (que comparado con este es propiamente una metrópoli al estilo NYC) Ng y yo hablábamos sobre la dificultad de sostener una vida ya sea amorosa o sexistica, acá…en mi nuevo villorio de pocas casas y poca gente, es IM PO SI BLE.

Y en el villorio, mi condición cambió, pasé de “ser sola” a también “estar sola”, (el ser y estar que tanto tortura a mis alumnos) sola de tanta soledad, que para conservar mi sanidad mental empecé a enumerar las personas con las que tengo contacto: la sra que todos los días después de las 5 viene a vaciar el tacho de basura de la oficina, 2) el chico del front desk, que me pregunta que hice el fin de semana y yo contesto: trabajé, 3) algún que otro vendedor que me pregunta si quiero el recibo, 4) el chico del super que me embolsa la compra y me pregunta si quiero bolsa de papel o bolsa de plástico, 5) la administradora del complejo donde vivo, a quien visito a menudo ya que muchas cosas se rompen a menudo, 6) mi jefa, a veces mis colegas, y claro, mis alumnos.

Y entonces agradezco, infinitamente, con todo mi corazón agradecido, a quien sea que haya inventado la Internet, al Sr. Bell que nos dio el teléfono, y a todas aquellas personas que me hacen compañía por estos medios.

Ocurrió entonces una mezcla resultante en un cocktail molotov de lo más amenazador: mi absoluta falta de interacción en tiempo y espacio real con seres humanos, mi residencia en este villorio de pocas casas y poca gente, la ubicación aislada e inconveniente de tal villorio, y mi paciencia (aquella que me autoimpuse) en rápida disminución, hicieron que mucha gente empezara a recomendarme online dating, y cada vez que alguien sacaba el tema, me ofrecían las más fehacientes pruebas, comprobadas –quien sabe por quien- empíricamente (como le gusta tanto a mi amiga Ng) y exponían las dos o tres historias exitosas que ellos conocían. Estas historias, eran, por supuesto, de un “lugarcomunismo” que me ofendía, me ofendía tanto como me ofende que en un velorio, la gente le diga a la esposa y los hijos del muerto: vas a ver que va a estar todo bien. NO, se les acaba de morir el marido y el papa, NO va a estar todo bien, idiotas! Esa mentira que se cree reparadora de ánimos alicaídos es tan insultante como usar el lugarcomunismo de historias de amor exitosas.

Las historias plagadas de “y vieras como ella no creía que fuera posible y al final se terminó casando con un tipo que conoció online” se iban acumulando en mi cerebro, y entonces decidí, que el espacio en mi cerebro era imprescindible para ser ocupado por otras cosas mas importantes y encontré que la única manera de no escuchar más historias de ese tipo era protagonizar la mía propia.

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