martes, 22 de febrero de 2011

A punto de pisar el palito

Online dating es más o menos como un supermercado de personas, pero más bien un supermercado de saldos y retazos (como diría mi amigo Pablo) en donde tenes que revolver y revolver para encontrar el menos peor. No solo eso, sino que es diametralmente opuesto a lo que el saber popular dice…el amor se da de manera natural, porque un día estabas en la cola del supermercado, se te cayó el paquete de toallitas, el chico que estaba atrás lo levantó y en ese instante se miraron, se gustaron y ahí comenzó una gran historia de happily ever after. Una cenicienta moderna, ponele. No, online dating es absolutamente distinto, es meter las manos en el canasto y buscar y buscar, descartar los horrorosos y mandarle un mensaje a uno que más o menos parece zafar.
Me aboqué al trabajo, minucioso, de horas, un trabajo por el que no te pagan, sino por el cual tenes que pagar, pero es una inversión, ponele. And hard work pays off, right? (estratagema que solo parece funcionar en el ámbito profesional, pero no en el amoroso).
Aferrada a la perseverancia (perseverancia que siempre fui acusada de no poseer), comencé un día a charlar con El Futbolero J (una de las tantas Jotas en mi vida). Primero chat hasta que un par de días después tuvimos una charla por teléfono. Todo se daba bien, se daba con la naturalidad que el acto en si de online dating no encierra. Charlamos como si nos conociéramos, y entonces decidimos conocernos. Antes del encuentro, había visto algunas fotos, El Futbolero J no era, digamos, muy easy on the eye, es decir, no era uno de esos pibes que te das vuelta a mirar por la calle, se lo veía medio regordete, o mejor dicho, con panza y papada de cerveza. Pero como en el supermercado de saldos y retazos hay que elegir el menos peor, decidí concentrarme en otras cosas: era ateo, parecía tener un trabajo relativamente bueno y estable, escribía sin errores gramaticales ni ortográficos, tenía una voz muy linda, muy masculina, muy assertive (no me acuerdo como se dice en español), parecía tener un cachitin de chispa, dos dedos de frente, cinco dedos en cada mano, y un pasado complicado que seguramente me atrajo. Y entonces, decía, luego de un par de días de chatear, una charla telefónica y varios mensajes de texto, decidimos encontrarnos, ya que, como venían las vacaciones de invierno, yo comenzaba un periplo que me alejaría del villorio en el que habito, entonces fue algo así como un “ahora o nunca”, y ese apurón que fue en cierta medida causado por mi inminente partida, fue, digamos, una constante en la ¿relación?.

1 comentario:

nGa dijo...

Yo sigo con el costado antropo-hist-érico, pero ¿hablaron mucho mucho? ¿Y entonces el segundo encuentro fue sólo segundo físico?