miércoles, 22 de octubre de 2008

El señor de los conejos (con moraleja incluida)

No sé si el estimado público y Dinga han visto la peli El señor de los caballos. Es una cruza de Danza con lobos y Los puentes de Madison, en la que un caballólogo de instintos que le permiten una comunicación paranormal con los animales enamora a una citadina.

Por acá no hay lobos, ni caballos, ni hombres que convenzan a las bestias por medio del susurro. Pero sí hay un especimen hombril que nos regala una perla como las de Susana a través de palabras quedas.

Conocí al señor de los conejos en mi trabajo. Este muchacho, con el peso y la cara de un hombre casado desde hace veinte años, no tiene más de 25. Él es el jándiman del edificio, a quien una recurre cuando le jaquean la impresora, la compu principal sufre un aneurisma, o un padre enojado porque le pasamos la misma música en todos los estudios convenientemente deja caer los caros audífonos de piloto. A pesar de su destreza manual y -seguramente- mental, el señor de los conejos nunca se rió de un solo chiste mío. Y miren que he tratado - me conocen ustedes. La mitad del tiempo estoy diciendo pavadas. Pero él siempre me mira serio, con ojos de reprobación. Hasta que un día, tal vez por la acumulación de escotes luego de varios años de vernos, me pregunta si quiero aprender rácquetball. 

Ahora, ojo, me dije yo para mis adentros, porque una se vuelva una mujer internética no debe olvidar que en el mundo físico también se consiguen candidantes. Así que le digo que sí, y acudo a nuestra primera cita con una remera vieja y un short, a sabiendas de que estos jamones no me van a ganar más que la distancia. En el fondo, les confieso, este muchacho no me atraía ni un poquito, ni siquiera en el height de mi hambre. Pensé que verme así como me pongo cuando correteo mantendría nuestra relación concentrada en sus pelotas. De rácquetball.

Después de mucho juguetear - al rácquetball -, decidimos tomarnos un descanso. La conversación, como siempre con él, fue rara. A mí me cuesta cambiar de estrategia incluso cuando constantemente diciendo pavadas el otro me responde como si yo hablara en serio. Me concentré (concentrateconcentrateconcentrate) y terminamos hablando de un libro de Asimov. Él me cuenta la historia (a la cual, si les soy honesta, apenas si le presté atención) y termina con  "y los espera un destino peor que la muerte". "¿Se vuelven seguidores de Bush?", digo yo, sin poder controlarme. Y otra vez esa mirada de reprobación. Horrorizado estaba el señor. La siguiente es la fábula (para él, historia verdadera) que me susurró, seguramente esperando enamorarme como a citadina quien jamás ha visto un atardecer sin polución (pun intended?)

"Bueno, si te estás inclinando por ser liberal (= de izquierda? pacifista?) te voy a contar una historia. En Australia, tenían una superpoblación de conejos, un problema terrible. Un científico desarrolló un tipo de gripe que atacaba sólo a los conejos, y hacía que sus crías no pudieran reproducirse. Al ser una especie de gripe, se contagió muy rápidamente, y en poco tiempo estos conejos desaparecieron. Recientemente, ese mismo científico fue contratado para adaptar esa gripe para los humanos. No se sabe quién lo contrató -- pero, ¿a quién le puede venir bien que esa gripe se esparza, en efecto eliminando todas las futuras generaciones de un pueblo? Pues a aquéllos que tienen a sus mujeres guardadas y no las dejan salir (= los musulmanes)."

Moraleja: (porque, como le decía a Dinga el otro día, si voy a tener que vivir estas cosas, al menos voy a fingir aprender algo) La ley de buena educación que dice "no habléis de política, ni en la mesa ni en la cama" se olvida de la cancha de rácquetball, el bar, la parada del cole, o donde sea que uno pueda encontrarse con el más potencial candidante de origen yanqui. En definitiva, no habléis de política y punto. Ni de dinero, inversiones, casas, autos, perros, familia, libros, música, cine, ni turismo, agrego luego de mi cita con bísnisman. Ni de uno mismo, o de sus familias, o su trabajo. ¿Me olvido de algo? Bueno, por las dudas, mejor no hablar, y punto.

1 comentario:

mj dijo...

Ni de religión, Ng, ni de religión.
Y bendita seas, por cierto.